Pertenezco a un grupo de Facebook en el que solemos escribir quienes pasamos por una operación similar, en la que nos sacamos el estómago porque tenemos un gen mutado llamado CDH1. En el grupo se habla de los días previos a la intervención, las dudas sobre cómo será la vida post operación, eventuales secuelas físicas y psicológicas. También escriben muchos familiares de quien pasará por ello y no se anima o no quiere escribir allí.
Un día en el grupo escribió una chica mostrando cierto fastidio al decir que muchos que nos va «bien», dejamos de escribir, volvemos a la vida normal y nos olvidamos de escribir para aquellos que lo necesitan. Y solo quedan escritas historias de quienes no la están llevando bien. Tenés razón, no lo había pensado desde ese lugar. Esto que escribo hoy, 14 de agosto, a 3 años exactos de mi operación, es para vos.
Te cuento que soy un hombre feliz. Que nunca desee pasar por lo que pasé pero desde ese momento que decidí entrar a ese quirófano ya nada fue igual. Nunca tuve miedo, nunca pensé que algo malo podría pasar. Y aún si algo pasaba, en el extremo, moría, yo lo aceptaba. Esa sensación de estar al límite, me hizo dar cuenta que no tiene sentido resistirme ante lo que no puedo manejar. Y que desde mi humilde lugar, intentaría trascender que acumular, en este camino que no sé ni me interesa saber cuanto va a durar. Me gustaría que mis hijos no pasen por esto, pero no está en mis manos hacer algo al respecto.
Es verdad que estuve en ese 30% de probabilidades de que se produzca una fuga luego de la intervención. Que todo se complicó y entré 2 veces más al quirófano, además de la operación original. Que estar con oxígeno, con media docena de «mangueras» que entraban por mis costados y abdomen no estaba en los planes. Pero desde ese día, valoro cada mañana que puedo levantarme. Cada día que abro los ojos.
Como una mujer que se olvida de los dolores de parto y decide tener otro hijo, no puedo recordar uno solo de esos dolores o días en la clínica. Mi cerebro lo borró. No recuerdo nada de lo que me pasó como algo malo. Tengo que preguntarle a mi esposa sobre el día que la llamé con dolor insoportable, las veces que tenía ganas de insultar.. pero NUNCA me arrepentí de lo hecho.
Quiero contarte que me llevó un año acostumbrarme a mi nuevo peso. Bajé casi 15 kgs. Pero 3 años después ya recuperé 10 kgs. A pesar que me habían dicho que engordar sería casi imposible.
También te cuento que me costaba mirarme al espejo y curar las heridas. Pero hoy miro esas cicatrices, casi desaparecidas, con orgullo. Todo pasó, tuvo sentido y mirarme al espejo cada mañana y ver las heridas que fueron y hoy no son, me hacen valorar la salud. La que damos por hecho. La que pensamos que nunca vamos a perder.
Quisiera contarte que en la cama de la clínica, doblado de dolor, descubrí que la vida también tiene que ser vivida en plenitud, en el día a día. Y eso incluye el trabajo. Me operé el 14 de agosto y ese 31 de agosto mi sueldo no llegó. Estuve 5 meses sin cobrar. Pero salí a buscar «el trabajo» que me haga feliz. Y lo encontré. Si no me hubiese operado, ¿hubiese salido a buscarlo? quién sabe…
Mi alimentación es normal, como de todo, en menor cantidad pero no me privo de nada. Como asados, pizzas, empanadas, pastas, verduras, dulces, chocolates, helados, tortas y alfajores. Nada me cae mal. Dejé hace mucho tiempo algunas pastillas que me habían recomendado para la digestión. No me hacen falta.
No puedo creer que apenas operado estaba conectado a una máquina que me alimentaba. Tampoco puedo creer haberme llevado a casa esa maquina y levantarme 2 veces cada noche a cambiar la bolsa de alimentación. Mi cerebro también se ocupó de borrarlo. Y por suerte lo escribí en este blog, porque no está en mis registros esa experiencia. Me «reseatearon» todo lo malo, duro o difícil de las primeras etapas. Llevaba la sonda con la que me alimentaba pegada al abdomen a entrevistas laborales. No quería que lo notaran. Qué loco, pensaba que hacía algo malo. Tenía miedo que pensaran que no rendiría igual a cualquier otro empleado.
¿Sabes? NUNCA sentí nada diferente en mi interior. El cuerpo humano es una máquina perfecta. Se adaptó increíblemente. Me costaba dormir al principio de lado o boca abajo como a mi gusta. Ya hacen 2 años que duermo como quiero.
Extraño correr 42 km. No tengo la misma energía. Pero también debe ser que tengo 43 años. Camino mucho y ya hice 2 veces 130 kms. del Camino de Santiago. Una vez con estómago y otra sin estómago. Y no sentí diferencia, llegué muy bien en ambas oportunidades y quizás sea una señal de pasarme al trekking. En marzo iré de nuevo con mi hijo mayor para recorrer los 130 km. por Galicia.
Por último te cuento que mi prima se sacó las mamas y el estómago. El gen CDH1 nos hermanó de alguna manera y tengo una conexión especial con ella desde que nos enteramos que teníamos esa mutación de origen genético. Ella pudo fecundar in vitro y detectarla en esa instancia. Hace una semana nació mi futura ahijada. Es el primer bebé de la familia que nace sin el gen mutado en forma planificada y no por azar. Y no es algo menor, en Ella se refleja la esperanza de toda nuestra descendencia.
Escribo estas lineas cuando llevo encerrado casi 6 meses en mi casa por la amenaza del Covid. Pero estoy encerrado con mi familia. Con las personas que mas amo. Me baño cada día con agua caliente, tengo las 4 comidas, tengo un techo, salud plena y trabajo. No me puedo ni quiero quejar. Pero haber pasado por lo que pasé, me hace valorar aún más cómo paso el encierro en este contexto.
Espero haber cumplido mi parte. Contarte que la vida es hermosa, que nada es igual desde ese 14 de agosto de 2017 a las 7.30 am que entré al quirófano. Nada es igual porque todo es mejor. Te pido disculpas. Ojalá este posteo promedie, de alguna manera, aquellos que escriben que no la están pasando bien. Por ellos y por vos fueron estas lineas. Soy feliz, estoy feliz. Y creo que en gran parte es porque la vida me lo mostró en ese momento que abrí los ojos ese mismo día a las 18 hs. y supe que estaba vivo. Más vivo que nunca, más agradecido que nunca.